LA MODERNIDAD LíQUIDA
Modernidad tardía (o modernidad líquida)
Es la caracterización de las
actuales sociedades globales altamente desarrolladas como continuación (o extensión) de la modernidad, en lugar de como el pasaje a una nueva era enunciada como posmodernidad. Introducida como "modernidad líquida" por el sociólogo
polaco-británico Zygmunt Bauman, la modernidad tardía está marcada por las economías capitalistas globales, con su privatización creciente de servicios y la revolución de la información.1 Si bien las definiciones presentan variaciones entre los autores, se
refieren a un conjunto similar de fenómenos y pueden, de este modo, ser
entendidas conjuntamente.
Modernidad líquida
Zygmunt Bauman
-quien introdujo la idea de modernidad líquida- escribió sobre sus
consecuencias en los individuos, concretamente aumentando sentimientos de
incertidumbre y una privatización de la ambivalencia.
Se trata, para este autor, de una continuación caótica de la modernidad, donde
una persona puede cambiar de una posición social a otra de manera fluida.
El nomadismo deviene
un rasgo general del hombre líquido moderno, mientras fluye a través de su
propia vida como un turista, cambiando sitios, trabajos, cónyuges, valores y a
veces más —como su orientación política o sexual— excluyéndose de las redes
tradicionales de contención.
Bauman acentúa la
nueva carga de responsabilidad que el modernismo líquido coloca en los
individuos, en donde los patrones tradicionales son reemplazados por otros
auto-escogidos.8
La expresión “modernidad líquida” busca definir un modelo social que implica
“el fin de la era del compromiso mutuo”, donde el espacio público retrocede y
se impone un individualismo que lleva a “la corrosión y la lenta desintegración
del concepto de ciudadanía”9
La entrada a la sociedad globalizada está abierta para cualquiera con su propia
posición y capacidad de pago, de modo similar a como era la recepción de los
viajeros en los viejos caravasar.10
El resultado es una
mentalidad normativa con énfasis en el cambio más que en la permanencia —en el
compromiso provisorio más que permanente (o "sólido")—, que puede
dirigir a la persona hacia la prisión de su propia creación existencial.
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